jueves, 7 de enero de 2016

Mirando el Sol

Un discípulo acude a donde su maestro para pedirle enseñanzas. El maestro le explica:
  “El gran secreto está en la observación. Nada escapa a la mente observadora y receptiva. Ella misma se convierte en la enseñanza. Observa, siéntate en la playa y mira cómo el sol se refleja en las aguas. Permanece observando tanto tiempo como te sea necesario; lo que te exija la apertura de tu corazón y de tu comprensión”.
 

Durante varios días el discípulo se mantuvo en atenta observación, sentado a la orilla del mar. Vio al sol reflejándose sobre las aguas del océano, unas veces tranquilas y otras encrespadas. 
Miró las leves ondulaciones de las aguas cuando el mar estaba en calma, y las ondulaciones gigantescas cuando estaba en tempestad. Observó atento y ecuánime, meditativo y alerta. Paulatinamente fue desarrollando la comprensión y abriendo su corazón. Su mente comenzó a cambiar, y su consciencia encontró otro modo mucho más rico de percepción.
 
El discípulo, muy agradecido, regresó junto al maestro quien le preguntó:
Has aprendido a través de la observación?
—Sí..repuso satisfecho el discípulo— Llevaba años efectuando los ritos, asistiendo a las ceremonias sagradas, leyendo las escrituras, pero no había comprendido.
Unos días de observación me han hecho comprender. El sol es nuestro ser interior siempre brillante, sin afectación alguna. Las aguas no le mojan, y las olas no le alcanzan, está ajeno a la calma y a las tempestades aparentes. Siempre permanece inalterable, es siempre él mismo.
—Es una enseñanza sublime. Es la enseñanza que se desprende del arte de la observación.

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